UN PAISANO EN TIERRA SANTA (II)

Por Roberto Balboa

 

Vamos a ver si en esta segunda parte de este maravilloso viaje, no sólo os transmito la belleza del viaje en si, sino la aureola de bondad, de humanidad, de historia, que rodea a todo cuanto hay en esta tierra. Y aunque hoy en día las cosas han cambiado mucho, ya sabéis de los constantes enfrentamientos entre los judíos y los palestinos, este viaje se puede considerar como un viaje “mágico”.

Y sin más, vamos a seguir por donde nos quedamos.

El “Domo de la Roca” es conocido por todo el mundo, pues no hay foto o reportaje en televisión sobre Jerusalén donde no se vea su característica cúpula dorada.

En el “Muro de las Lamentaciones” hice lo que todo el mundo; recé pidiendo por un mundo mejor y dejé mi petición, escrita la noche de antes, en un papelito metido entre las piedras del muro.

Cuando salíamos del muro, se armó un gran revuelo. Los judíos ortodoxos con su peculiar atuendo, su inevitable sombrero negro y sus largos tirabuzones asomando por debajo de éste, corrían como almas en pena a lo largo y ancho de la explanada que precede al muro, por lo que nos asustamos un poco, aunque rápidamente nuestro guía nos explicó que había llegado el Gran Rabino de Jerusalén a hacer sus oraciones al “Muro”, y que todos los judíos trataban de estar lo más cerca posible de él y si era posible incluso tocarlo, pues según sus costumbres con estas acciones puedes recibir parte de su sabiduría.

La situación hoy en día en “Tierra Santa” no es muy halagüeña. Todos sabemos la declarada guerra abierta entre judíos y palestinos, pero en aquellos tiempos, cuando la visitaba, aún no había comenzado siquiera la intifada, aunque sí sus primeros escarceos, y éstos se limitaban a tirarse cuatro piedras en el famoso cruce de Netzarim. Por desgracia, con el devenir del tiempo, este cruce se ha convertido en todo un símbolo de la lucha entre judíos y palestinos y actualmente es conocido como “El Cruce de los Mártires”. Recuerdo que la mañana que lo visitamos no había un alma en sus alrededores; hoy, por disposición de los Acuerdos de Oslo, hay dos puestos policiales en el cruce, uno judío y otro palestino, cuya labor común es vigilar y mantener la paz en la zona, lo que por desgracia no está ocurriendo.

El “Monte de los Olivos” o “Huerto de Getsemaní” es otra de las zonas emblemáticas de Jerusalén para los cristianos por su profundo significado religioso. Desde aquí hay unas vistas impresionantes de Jerusalén y muy especialmente de “La Mezquita o Domo de la Roca”. El día que lo visitamos, era un día límpido, acogedor, y después de dar una vuelta, el guía nos explicaba el sentido religioso del lugar donde Jesús había orado por todos nosotros.

Otro de los momentos emblemáticos vividos en mi viaje a Tierra Santa, fue el día en que me bautizaron en el río Jordán, en el mismo sitio en que según cuentan, San Juan Bautista bautizó a Jesús. Siempre hay gente allí, principalmente turistas, que entre los cañaverales acceden al río y pasan por una especie de plataforma de obra inmersa en el río, donde te bautizan si quieres. Estamos cerca de Jericó, en Qasr al-Yahud, que es como se llama el sitio, y por desgracia hoy en día, el ejército israelí sólo permite la entrada cuatro días al año.

Ese mismo día visitamos el “Mar Muerto”, que en realidad es un lago de agua salada, situado entre los límites de Israel, Cisjordania y Jordania.  Con una longitud de 76 Kms., se encuentra a 416 metros bajo el nivel del mar, lo que hace que sea la extensión de agua más baja del planeta.

Debido a su salinidad, sus aguas son tan densas que hace que se flote en ellas sin esfuerzo alguno.

Esta alta concentración de sal se debe principalmente a su clima cálido y seco que provoca una intensa evaporación, siendo el río Jordán su principal abastecedor de agua.

Su salinidad, de unos 350 gramos por litro, aproximadamente diez veces superior a la salinidad de nuestros mares, hace que resulte imposible la existencia de seres vivos.

Los poderes curativos de las sales minerales y barros del Mar Muerto son conocidos desde la antigüedad. Se sabe que Cleopatra, reina de Egipto, pidió a Marco Antonio conquistar la baja Jordania, y poder aprovechar para si todas las propiedades naturales que la zona ofrecía, en particular sus conocidos tratamientos de belleza.

Posteriormente los romanos crearon allí los primeros balnearios que fueron para su uso y disfrute.

Ya con anterioridad, los egipcios habían descubierto las propiedades del barro para embalsamar sus momias y también Aristóteles escribió sobre las notables propiedades de esas aguas.

Las aguas del Mar Muerto, que por su alto grado de salinidad tienen notables propiedades curativas, junto con el barro rico en minerales, unido al efecto climático, hacen de la zona un inigualable balneario natural en el que tratar distintas enfermedades, tales como enfermedades de la piel, enfermedades reumáticas e incluso enfermedades respiratorias.

Sus baños con barro o fango, son desde hace mucho tiempo reconocidos internacionalmente como los mejores del mundo, debido a su salinidad, así como sus elevadas proporciones de hierro, magnesio, cloruros de calcio, sodio y potasio, por lo que este tipo de baños tienen excepcionales cualidades terapéuticas.

 

Fotos de Tierra Santa

 

Hoy en día, cientos de miles de personas de todo el mundo vienen anualmente al Mar Muerto a rejuvenecerse, recuperarse, descansar y relajarse. Vienen a disfrutar de las termas del balneario y a descubrir el desierto. Otros buscan y consiguen un alivio para sus enfermedades cutáneas consideradas incurables, o bien para la artritis, el reuma y últimamente también para problemas respiratorios.

Tampoco la industria cosmética y la medicina alternativa han sido ajenas a este hecho y como tal han ido incorporando a sus productos las sales minerales de esta zona del planeta y con ello sus poderes beneficiosos para la salud.

Otra de nuestras excursiones nos llevó hasta Nazaret, uno más de los sitios emblemáticos de nuestra religión, de donde deriva la palabra nazareno, y tras de un paseo por su calles, nos fuimos a comer al “Mar de Galilea” o “Lago Tiberiades”, donde según nos cuenta la Biblia, Jesús caminó por sus aguas.

Dimos un paseo por él en una barcaza y comimos el afamado y exquisito pescado de sus aguas llamado “pedro”.

Este lago está situado a 212 metros por debajo del nivel del mar, con una profundidad máxima de 48 metros, lo que le convierte en el lago de agua dulce más bajo del planeta. Su principal aporte hídrico lo hace el río Jordán, que entra por el norte y sale del lago por el sur.

El viaje iba tocando a su fin, y el día que regresábamos, tuvimos que darnos un buen madrugón y ponernos en pie a las tres de la mañana, porque nos recogían a las tres y media, estando previsto el vuelo a las seis de la mañana.

Pues hasta el mismo instante de mi partida de Israel, este viaje dejó huella en mí. Veréis el porqué.

Cuando pasábamos el control de pasaportes, algo no le gustó de mi pasaporte al policía de turno y comenzó a hacerme preguntas. Con mi escaso inglés, traté al principio de responder las preguntas que me hacía, pero como la cosa estaba tomando un cariz que no me gustaba, en un momento determinado le dije que necesitaba un interlocutor que hablara español para poder expresarme con más detalle.

Habló algo con alguien por su emisora y momentos después se presentaba ante nosotros un señor mayor, correctamente trajeado y muy fino en sus maneras, que en un excelente castellano me hizo un montón de preguntas a instancias del primer policía, al que a renglón seguido iba traduciendo al hebreo mis respuestas.

Aquello se estaba alargando más de lo que yo quería y la expresión del policía no era muy halagüeña. En un momento dado, le dije a mi interlocutor que qué pasaba, que por qué no me registraban a mí y a mi maleta de una vez y hubiéramos acabado antes sin tanta palabrería. Me dijo que perdonara las molestias, pero que el policía era muy joven y estaba haciendo las prácticas, y que estaba un poco receloso conmigo porque había visto muchos sellos de países árabes en mi pasaporte.

Al final, acabó haciéndome un registro exhaustivo tanto a mí como a la maleta. Recuerdo que al vaciar mi neceser, estuvo mirando todas las cosas que en él había con una minuciosidad pasmosa, e incluso a algunas de ellas les pasaba un aparato de mano detector de explosivos.

Desde los jaboncillos, hasta el champú, pasando por las maquinillas de afeitar y la pasta de dientes, todo fue objeto del más detallado control.

Al final, aburrido por no haber encontrado nada extraño en mi equipaje y nada contradictorio en mis declaraciones, dio por terminado el interrogatorio-registro, y cargando él mismo con mi maleta y con mi pasaporte, me llevó directamente a la sala desde donde estaba previsto el embarque en nuestro avión, pasando de lado por dos controles más, que obviamente pasamos sin detenernos gracias a su presencia.

Se despidió de mí de manera muy correcta deseándome un buen viaje de regreso, pero las casi tres horas de calvario por las que me había hecho pasar, esas, quedaron para mí y el recuerdo.

Y por si faltaba algo, el avión traía casi cuatro horas de retraso, por lo que poco a poco los españoles que allí estábamos empezamos a hacernos sentir con nuestras quejas.

Por fin embarcamos rumbo a Roma, donde tras unas dos horas de tránsito, volvimos a embarcar rumbo a Madrid, llegando sin novedad.

Pero como no podía ser de otra manera, en el aeropuerto de Madrid, volvieron a pararme para una inspección de rutina, y en cuanto le conté al guardia civil la odisea en el aeropuerto de Tel Aviv, me dejó marchar sin más.

Me estaba esperando una buena amiga, fíjate si lo era, que hoy en día es mi mujer, y me dijo que en una hora que llevaba allí más o menos, no habían parado a nadie más que a mí. Cuando le conté la odisea del aeropuerto de Tel Aviv, nos echamos a reír. Felizmente, al fin y al cabo, todo había salido bien y no había nada que lamentar.

Al día siguiente estaba en Guadix, y al siguiente en Trevélez, donde casi todos sabéis que suelo acabar estos viajes con unos días de relax.

Este viaje a Tierra Santa me dejó marcado para siempre; por muchos años que pasen, hay escenas y momentos que con sólo cerrar los ojos parece que los estuviera viviendo en el momento actual.

Sin duda un viaje que os recomiendo hacer cuando las aguas hayan vuelto a su cauce, porque como todos sabéis ahora mismo están prácticamente en guerra.

¡Que Dios les ayude!.

Hasta la próxima.

Vuestro paisano.

 

No olvides que puedes ver todos mis viajes, fotos y vídeos en la página www.elpimo.es/misviajes.htm

 

© Del autor.

Artículo publicado en la revista de la Asociación Cultural Amigos de Gor San Cayetano

 

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